En el ámbito laboral entendemos como productividad el grado de efectividad con el que, utilizando los recursos internos y externos, una persona atiende los asuntos pertinentes a su cargo generando los resultados esperados.
La motivación es uno de los motores de la productividad, pero sólo se alimenta de felicidad, es su combustible. Una persona feliz, conoce su potencial y sabe manejarlo para sacar adelante cualquier proyecto
Para entender los cambios que este concepto y su gestión ha tenido a lo largo de la historia es necesario remontarse a los inicios de la revolución industrial en el siglo XVIII, momento en el que, quien puede considerarse como el padre de la economía moderna, Adam Smith empezó a señalar la idea de que para aumentar la productividad era necesaria la especialización.
Hacia finales del siglo XIX y principios del siglo XX, inicia el surgimiento de escuelas de pensamiento que abordan de un modo científico el análisis del fenómeno del trabajo y autores como Frederick Taylor, Henry Fayol, George E. Mayo y Henry Gantt, considerados como los precursores del managment, postulan conceptos como el control de tiempos y la reducción de tiempos ociosos de los trabajadores en pro del aumento de su productividad.
En adelante, modelos para diseñar mejor los flujos de trabajo y la gestión de procesos en cadena fueron implementados en las cadenas productivas de empresas de sectores industriales y tecnológicos mejorando cada vez más sus sistemas de gestión y producción.
Pero no fue sino hasta mediados del siglo XX cuando Peter Drucker comenzó a desarrollar un modelo de productividad orientado a los “trabajadores del conocimiento”, aquellos gestores de lo intangible.
Hoy, en medio de la era digital, la automatización de procesos y la optimización de recursos por medio de la transformación digital, no podemos desconocer la influencia de las nuevas tecnologías en la productividad de los trabajadores.
Como tampoco podemos desconocer los aspectos de la productividad asociados a las características de las personas que ejecutan las actividades de los procesos. A nivel del individuo, aspectos como la motivación, la etapa de desarrollo laboral en la que se encuentre la persona, su perfil y el potencial real de la persona influyen de manera considerable en la productividad individual, ligada necesariamente a la productividad de la empresa.
El método de los colores, desarrollado por Juan David Gómez, Gerente y fundador de THT, nos deja ver con claridad como todas las personas tenemos una “zona de la genialidad”, una “zona de la idoneidad”, pero también una “zona de la incompetencia” en la que se identifica los aspectos que a la persona no le gusta hacer, no van con su temperamento, en donde no se desempeña bien a pesar de su esfuerzo y que le genera una gran fuga de energía al tratar de hacerlo correctamente. Usualmente cuando a una persona le corresponde desarrollar tareas o actividades relacionadas con esta zona, va a buscar postergarlas y/o le va a tomar más del tiempo promedio, lo que tiene una incidencia directa sobre su productividad.
El implementar en las compañías sistemas orientados a la mejora de la productividad individual, cobra cada vez más relevancia. Dentro de los que han demostrado tener un mejor impacto, se encuentran:
- Programas de incentivos financieros individuales y grupales
- Planes de carrera y promoción interna
- Administración por objetivos
- Empoderamiento y participación de los colaboradores
- Programas de formación y desarrollo
- Jornadas de tiempo flexible y teletrabajo
- Selección orientada a identificar la zona de la genialidad de las personas
Si desea conocer un método que ayude a que sus personas sean más productivas, haga click a continuación
También puede interesarle ¿Por es tan difícil retener al personal?